"El Pelícano de la zoología común es un ave acuática, de dos metros de envergadura, con un pico muy largo y ancho, de cuya mandíbula inferior pende una membrana rojiza que forma una especie de bolsa para guardar pescado; el de la fábula es menor y su pico es breve y agudo. Fiel a su nombre, el plumaje del primero es de color blanco; el del segundo es amarillo y a veces verde. Aún más singular que su aspecto resultan sus costumbres.
Con el pico y las garras, la madre acaricia los hijos con tanta devoción que los mata. A los tres días llega el padre; éste, desesperado al hallarlos muertos, se abre a picotazos el pecho. La sangre que derraman sus heridas los resucita... Así refieren los bestiarios el hecho, salvo que San Jerónimo, en un comentario al Salmo 102 ("Soy como un pelícano del desierto, soy como una lechuza del yermo"), atribuye la muerte de los hijos a la serpiente. Que el Pelícano se abre el pecho y alimenta con su propia sangre a los hijos es la versión común de la fábula.
Sangre que da vida a los muertos sugiere la Eucaristía y la cruz, y así un verso famoso del Paraíso (XXV, 113) llama "nuestro Pelícano" a Jesucristo. El comentario latino de Benvenuto de Imola aclara: "Se dice pelícano porque se abrió el costado para salvarnos, como el pelícano que vivifica a los hijos muertos con la sangre del pecho. El pelícano es ave egipcia. La imagen del Pelícano es habitual en la heráldica eclesiástica y todavía la graban en los copones. El bestiario de Leonardo da Vinci define así al Pelícano: "Quiere mucho a sus hijos, y hallándolos en el nido muertos por las serpientes, se desgarra el pecho y, bañándolos con su sangre, los vuelve a la vida"."
Jorge Luis Borges