En la Edad Media, hace más de ochocientos años, Kamakura competirá con Kyoto en la edificación de fabulosos templos y santuarios.
Hojo Masako (1157-1225) y principalmente Joko, un sacerdote, llevaron a cabo en madera una gran estatua de Buda similar a la que adoraban en Nara, pero los frecuentes tifones acabaron con ella, por lo que decidieron que la próxima estatua debía ser en bronce. En el verano de 1252, se completó la imagen que contemplamos hoy.
La situación de la estatua al aire libre le da un aire especial. El fondo cambia continuamente, el celeste del cielo pronto es invadido por blancas nubes. Es especialmente bella cuendo refleja el cambio de las estaciones, en este caso la primavera con los cerezos en flor.
Buda encarna el estado del nirvana, más allá del cambio, más allá de lo humano, y aún así, ofreciendo su infinita compasión a todos.