La leyenda cuenta que los cantos de las sirenas embrujaban a los hombres del mar. En Copenhague, un humilde pescador fue sucumbido por la voz de una joven sirena mientras realizaba su faena.
La Sirenita renunció a su inmortalidad a cambio de poseer el aspecto de una mujer. De esta forma, conseguiría mantener el amor de su príncipe. Este mito ha ido transmitiéndose de generación en generación hasta que el escritor Hans Christian Andersen escribió en 1837 el cuento de La Sirenita tal y como hoy lo conocemos.
En 1913, el magnate cervecero danés, Carl Jacobsen le encargó a Edgar Eriksen la escultura de La Sirenita. Eriksen se inspiró en el rostro de la bailarina danesa Ellen Price, figura destacada del Ballet Real. Pero ésta se negó a posar desnuda y Eriksen tuvo que convencer a su propia esposa.