Como abejas afanosas los arquitectos de la arena trabajan desde muy temprano en sus castillos, murallas, montañas, polders, agujeros, pirámides, almenas y otras imaginadas estructuras.
Unos optan por el cubo como estructura básica; otros empiezan simplemente amontonando para dejar luego libre la imaginación.
Los hay románicos que trabajan con grandes bloques compactos; los hay góticos que optan por la arena muy aguada, que deslizan entre sus dedos levantando torres puntiagudas de goterones terrosos.
Y siempre hay un paseante despistado que hace el papel de terremoto o una ola inesperada que actúa como Tsunami. Pero no importa, los arquitectos de la arena son incansables.