Todos los días hábiles, a las cuatro de la tarde, la sala de subastas de pescado de Santa Sola se llena de compradores que pujan por los lotes que ha traído la flota de bajura, los pequeños pesqueros que trabajan cerca de la costa.
Salmonete, pescadilla, bacaladilla, brótola, gamba roja, gamba blanca, quisquilla, cigala, pulpo, calamar, jibia-sepia, potas, cangrejo, galera, sardina, anchoa, congrio, bonito del sur, besugo, pez espada, caballa, jurel, lecha, palometa, dorada y rape, entre otras muchas especies, llenan las cajas, que van circulando por una cinta transportadora.
Esperaba encontrar la voz estruendosa del subastador anunciando los lotes, pero la tecnología ha llegado al negocio de la mar y ahora un circuito cerrado de televisión va mostrando la mercancía y su precio de salida, que los clientes se encargan de ajustar con un mando a distancia. Todo esto en absoluto silencio.
¡Esto ya no es lo mismo caramba!