Las sirenas tienen la mala fama de intentar atraer a los marineros para ahogarlos, pero también las hay buenas; tal es el caso de la famosa "Sirenuca", una sirena cántabra que antes fue humana. Su madre, harta de que le desobedeciera para ir a los acantilados, gritó: "Permita Dios que te vuelvas pez", y así la joven se transformó en la Sirenuca que, desde entonces, alerta con su canto a los marineros de que se acercan peligrosamente a los acantilados. Es una de las pocas sirenas de buen corazón que hay en la mitología europea.