Mucha confusión ha habido a lo largo de la historia entre los sátiros, criaturas caprichosas, salvajes y orgiásticas, y los faunos.
Lo cierto es que estos últimos tuvieron una gran importancia en el panteón romano: Fauno es nada menos que el dios de los campos y los pastores y tenía cualidades de oráculo y profeta. Era básicamente un dios rústico, un espíritu bueno del bosque, las llanuras y los campos que, además, hacía fértil al ganado.
Quizá sus piernas, terminadas en pezuñas, hicieron pensar en él como un ser malévolo o hasta demoníaco, lo que nunca fue cierto.