Os aseguro que todos nos volvimos cuando pasó este chaval con su pesado y completo equipo de patinador. Estábamos a 37ºC y con un bochorno que penalizaba la respiración. Él, feliz, abstraído, escuchando al guru musical de su tribu urbana.
Puede que ya tuviera treinta y tantos, pero la crisis, la falta de trabajo, la imposibilidad de casarse o de emanciparse de sus padres lo han convertido en un eterno adolescente “que se dedica a patinar”.
Algo no va bien en esta parte de la galaxia.