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Este perrito llevaba temblando un buen rato, y no era de frío sino de miedo porque es un tímido patológico. Lo realmente incomprensible es que cuando el cura lo bendijo con el agua de su hisopo dejó de temblar instantáneamente y lo miró con una ternura indescriptible.
A mí no me digáis, que soy agnóstico, sólo cuento lo que vi.