Este es mi nuevo amor. Se llama Guallatiri, como el enorme volcán de los Andes chilenos. Tiene cuatro años, pesa 54 kilitos de nada y es dócil como un peluche, aunque cuando juega (y es muy juguetón) te puede dar una culada y tirarte al suelo con cierta facilidad.
El pobre vivía en una finca arrendada y su dueño se tuvo que volver a su país, así que lo dejó al cargo del propietario del terreno, pero éste se desentendió totalmente: lo dejó atado, sin comida y sin agua. Entonces la Guardia Civil lo requisó y nos lo entregó. ¿Os imagináis lo que habría tardado en morirse de hambre y sed un animal tan fuerte?
Es encantador, tranquilo con los otros perros y amoroso con las personas. Ahora estoy trabajando con él para que mida mejor su fuerza con la esperanza de que alguien vea lo guapísimo que es y lo adopte.