Permitidme que comparta con nosotros un momento hermoso de mi vida diaria: esta es la mirada seria, exigente, intensa e inapelable de mi gata Mica cuando decide que ya es la hora de que le de su platito de riquísima mousse.
Esto ocurre cada día entre las 18:15 y las 18:30, con una exactitud inquietante.
El ceremonial es que ella se sube en la mesa y me mira fijamente y cuando le digo ¿Que pasa mi niña?, ella contesta con un esbozo de maullido, una especie de "mii", muy corto y seco.
Cualquiera le dice que no... Por cierto, no se mueve hasta que cojo el camino de la nevera. ¡Menuda es!