Kika es una de mis nuevas protegidas, salvada como Moisés de una muerte segura. La cogí con apenas 12 días y la crié a biberón. Hoy ya sabe comer pienso seco y beber luego agua.
Dentro de un mes o dos, cuando ya tenga todas sus vacunas le buscaré un buen hogar. Con lo preciosa que es no creo que tenga problemas.
Aquí le estaba enseñando a jugar.
Por cierto, los gatos tienen fama de huraños y desagradecidos... Craso error: son tremendamente amorosos y nunca olvidan a quien los trata con cariño. A Kika, por ejemplo, le encanta subirse a mi cuello y dormirse plácidamente, después de llenarme de besos, como si fuera una bufandita. Es una sensación deliciosa que aconsejo a todo el mundo.