Desde el interior del bosque se puede percibir la intensidad y complejidad de sus procesos ecológicos: una tierra oscura y rica en humus sobre la que se ha depositado una gruesa capa de hojarasca; diversas estrategias de propagación o de supervivencia de las especies arbóreas; troncos y ramas tapizados de musgos y líquenes; árboles caídos y restos de madera muerta, etc.
Todo ello nos habla de un monte antiguo en el que desde hace varias décadas es muy escasa la intervención humana.