Mi barrio y en general mi ciudad, Madrid, cada día tiene unos vecinos más viejos. Cuando paseo por sus calles y sus parques cientos de personas renqueantes, algunas incluso con bastones, con andadores y con sillas de ruedas y botellas de oxígeno cumplen con celo las órdenes de sus médicos: andar, andar, andar... Andar para recuperarse de la artrosis de las rodillas, andar para fortalecer el corazón, andar para recuperar el ánimo y la ilusión, andar para alejarse del sillón.
Y entre caminata y caminata, una paradita en un banco soleado; mejor con un amigo. Pero sólo un rato, porque aún queda mucho por andar.