Eran la 6 de la tarde en invierno y ya anochecía, las carreteras para llegar hasta aquí eran de asfalto, pero con hoyos y algunos hierbajos de medio metro, por el camino había perros salvajes ladrando en medio de la carrerea... de película de terror, pero estos son los grandes momentos de los viajes que se recuerdan para siempre. Todo esto para ver un monasterio colgado en la pared y que veréis en la próxima foto. Teníamos que ir a dormir a Olimpia y cuando creíamos que ya llegábamos a la civilización la carretera nacional estaba cortada y con Google maps fuimos por caminitos de barro dónde Dios perdió el zapato (suerte que habíamos alquilado un Jeeep Renegade) y al final llegamos a la 10-11 de la noche.