La ciudad de Galway fue destino habitual de barcos españoles en los siglos XV y XVI, en el antiguo muelle aun se conservan arcos, justo delante del Spanish Parade. El comercio del vino,el cual era el centro de casi todas las transacciones comerciales en Galway; la pesca del salmón, disputada entre franceses, portugueses, ingleses y españoles, los cuales se salieron con la suya cuando Felipe II accedió a pagar 1.000 libras por el derecho español a pescar, la lucha contra el protestantismo y la común aversión a Inglaterra propiciaron una gran cooperación. "Todo en esta ciudad tiene un aire a España." Cuando el viajero escocés Robert Graham visitó Galway en 1836, escribió que la soberbia, que según él era típica de la península Ibérica, definía a sus habitantes, y que en los callejones se podía percibir el ambiente de duelo e indolencia propio de latitudes más meridionales. Aunque sus afirmaciones pueden considerarse hoy algo desfasadas, es imposible negar que Galway todavía conserva su vocación de puerto español y -robándole los versos a José Agustín Goytisolo- el deseo de ser capital de los mares, albergue de extranjeros y patria de los valientes.