En este pueblo cerca del santuario de Fátima existe esta Catedral que lleva el nombre del pueblo, si bella es por fuera por el arte tan característico en el norte de Portugal, más bella aún es pisar el suelo en silencio, contemplar su esqueleto de piedra, sus cristales de colores, y su austeridad y oscuridad convierten este santuario en un lugar de acogimiento y oración. A media tarde se reflejan todas sus vidrieras en las grandes losas y forman un mosaico de colores que la fotografía a veces no puede captar, pero sirve de ejemplo para traeros esta sensación al observarlas.