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    Brillaba, brumeando negro, el sol;
    agiliscosos giroscaban los limazones
    banerrando por las váparas lejanas;
    mimosos se fruncían los borogobios
    mientras el momio rantas murgiflaba.
    ¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío!
    ¡Guárdate de los dientes que trituran
    Y de las zarpas que desgarran!
    ¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y
    que no te agarre el frumioso Zamarrajo!
    Valiente empuñó la espada Vorpalina;
    a la hueste manzona acometió sin descanso;
    luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo
    y quedóse sesudo contemplando...
    Y así, mientras cavilaba firsuto.
    ¡¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos,
    que surge hedoroso del bosque turgal
    y se acerca raudo y borguejeando!!
    ¡Zis, zas y zas! Una y otra vez
    zarandeó tijereteando la espada Vorpalina!
    Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa
    ¡volvióse triunfante galompando!
    ¡¿Y hazlo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!
    ¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!
    ¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!
    Carcajeó, anegado de alegría.
    Pero brumeaba ya negro el sol
    agiliscosos giroscaban los limazones
    banerrando por las váparas lejanas,
    mimosos se fruncian los borogobios
    mientras el momio rantas necrofaba...
Lewis Carroll. Versión de Jaime de Ojeda, incluida en A través del espejo y lo que Alicia encontró al otro lado, Alianza Editorial, Madrid, 1973.