La naturaleza es generosa con el observador. En estos parajes maravillosos de las cercanías de Madrid, los árboles desnudos por el frío de estas fechas recuperan parte de su utilidad y su esplendor, sirviendo de percha a bandadas de palomas que, como frutas grises y blancas, se apiñan en sus ramas esperando el momento de remontar el vuelo tras un rato de descanso. Pequeños milagros, sutiles y fugaces.