“¿Y qué hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra. El santo respondió: Hago canciones y las canto; y, al hacerlas, río, lloro y gruño: así alabo a Dios.
Cantando, llorando, riendo y gruñendo alabo al Dios que es mi Dios. Mas ¿qué regalo es el que tú nos traes?
Cuando Zaratustra hubo oído estas palabras saludó al santo y dijo: “¡Qué podría yo daros a vosotros! ¡Pero déjame irme aprisa, para que no os quite nada!” -Y así se separaron, el anciano y el hombre, riendo como ríen dos muchachos.
Mas cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón: “¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!”