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Estaba esta mañana sentado en un banco de El Retiro junto a varios jóvenes subsaharianos de los que venden en la calle gafas, sombreros, bolsos, relojes... Se incorporó uno nuevo al grupo y dio la manos a todos los que estábamos en el banco, yo incluido, con una tradicional salutación en swaheli, larga y compleja, que va interesándose por cómo se encuentran los miembros de tu familia, con la correspondiente respuesta de los demás.
Me sentí honrado por su detalle de educación y no pude por menos que pensar en que poco conocemos a estos muchachos que escapan de la miseria de sus poblados buscando la prosperidad del norte y que lo único que encuentran es desconfianza y segregación.