"A media mañana principia a removerse el entierro de Manihuel por el camino del Calvario. Las piteras están en flor; tortas de flor amarilla y apretada como girasoles. Zumban las avispas... Pasan cuatro cuervos en vuelo suave. Parece que abran el azul con el corte de las alas. Se remontan croando. No dan pesar de cementerio. Son pardales de buen malhumor; y en medio de la mañana ahondan y hacen agreste la soledad. Gasparo se ríe llamándoles galopos... Zumba el azul. Pasan tan cerca los cuervos, que se les ve el buche gordo de alimento blando y dulce de viejos, y en el filo de los muros se mondan el pico pringoso de la granilla encarnada y pastosa de las brevas... Una mata de pasionarias sube colgando por el nicho donde han de sepultar a Manihuel. En cada flor hay una abeja que late gorda, llenándose de jugo de los clavos del Señor... Se hincha el valle respirando, y Sigüenza recibe el olor y el tacto de la calma de los árboles calientes...".
(Gabriel MIRÓ, 1924)