"...Otro trabajo, e incluso más caro, es conducir desde la cumbre de las montañas, la mayoría de las veces a cien millas de distancia, los ríos para lavar los desechos. Llaman a estos canales 'corrugos', de la palabra 'corrivatio', creo. Y este es un gran trabajo: es necesario que la pendiente sea rápida, de modo que el agua corra rápida, y para ello tiene que venir de los puntos más altos. Para que pase el agua, los valles y las quebradas se forman puentes con canales. En otros lugares inaccesibles en roca, se excavan, y se la fuerza para recibir grandes vigas. Las personas que rompen estas rocas están suspendidas por sogas, de modo que vistos de lejos trabajando parecen ser bestias salvajes, qué digo, aves de una especie nueva. Estos hombres, casi siempre suspendidos, son los que nivelan las pendientes y trazan la línea que seguirá el corrugo, y donde no hay lugar para poner el pie, los ríos son realizados a mano tocando la tierra para conocer su vicio, y como el agua se va a llevar el barro, a este barro se le llama 'urium'; y pasando el agua a través de las rocas, grava y pedernales son arrastrados. En la cabecera del agua en la parte frontal de la montaña, se excavan dos estanques huecos de doscientos pies de largo y de ancho y diez de profundidad. Tiene cinco aliviaderos cuadrados de unos tres pies. El estanque estando lleno, se les quita los tapones y la corriente se apresura con tal fuerza que arrastra las zonas de roca..."
PLINIO EL VIEJO (23-79 d.C.), "Historia natural", libro 33, cap. 21.