El paisaje entendido como entorno natural, viene acompañando al hombre desde sus orígenes. Dicho entorno, es considerado en primer lugar en términos puramente de supervivencia, como fuente de recursos, pero también como lugar inclemente. Solo una versión domesticada de la naturaleza es considerada en las culturas desarrolladas, como susceptibles de convertirse en lugares para el placer o la contemplación. Surgen así los primeros jardines, como expresiones idílicas, como evocaciones del paraíso, libres de peligros e incomodidades.
No es hasta el siglo XVIII, cuando en el movimiento romántico el paisaje natural es valorado como experiencia estética. La literatura y el arte exaltan la belleza natural, y la jardinería, antes fuertemente geometrizada, prefiere formas directamente interpretadas de la naturaleza.