El Caracol, u observatorio de Chichén Itzá.
Esta construcción, en la que se ha reconocido un observatorio astronómico, ha sido bautizada con el nombre de Caracol debido a su curiosa organización interna, basada en un sistema de círculos concéntricos y espirales.
El edificio se levanta sobre una plataforma de 75 x 57 m, coronada a su vez por una terraza de 26 x 30 m. Dos rampas de escalinatas conducen a una estructura cilíndrica de una extraordinaria complejidad. Sobre una base redonda de 18 m de diámetro, la torre, que ofrece los tradicionales frisos de estilo Puuc, con sus cornisas salientes, no supera los 14 m de diámetro por 11 m de alto. Está rematada, a su vez, por una cámara elevada desde donde se observaban los astros. Esta «atalaya» se alza 28 m sobre el nivel del suelo.
La planta corresponde a tres cilindros concéntricos separados por bóvedas anulares. El cilindro externo es horadado por cuatro puertas orientadas hacia los puntos cardinales. Un «pasillo» anular lo separa de un cilindro mediano de 8 m de diámetro. Este segundo aro está provisto de cuatro puertas situadas al tresbolillo con respecto a las puertas externas. También ofrece una cubierta abovedada y contiene un cuerpo central de mampostería, macizo, en el que un estrecho pasaje en espiral (que da su nombre al edificio) permite acceder a la cámara superior, que está provista de troneras para la observación de los astros.
Este monumento de carácter funcional está tan bien hecho que los arqueólogos de la primera mitad de este siglo han conseguido interpretarlo, a pesar de que una parte de la cámara para la observación astronómica se haya desplomado. En efecto, las tres «troneras» que se han conservado ofrecen la suficiente información como para que sea posible comprender la utilidad de este observatorio, que sin duda puede considerarse como una de las obras más importantes de la civilización maya.
El principio de las observaciones astronómicas se basa en la coincidencia entre dos ángulos de paredes en el interior de una abertura en forma de tronera: por ejemplo, a la izquierda el ángulo externo, y a la derecha el ángulo interno de la abertura. Este método permite efectuar observaciones de una gran precisión. Estudiando los resultados proporcionados por la cámara superior del Caracol, constatamos que el primer vano de observación nos da la dirección exacta del sur, el segundo la puesta de la luna el 21 de marzo, el tercero la dirección del oeste, así como la puesta del sol en los equinoccios —el 21 de marzo y el 21 de septiembre—, y finalmente una segunda observación por la misma tronera corresponde a la puesta del sol en el solsticio de verano, el 21 de junio. Estos datos son los fundamentos del sistema: de alguna manera son la abscisa y la ordenada sobre las que se sitúan las observaciones particulares de la astronomía maya. Es una orientación general, indispensable para los cómputos que se harán después. A partir de este instrumento, sencillo y a la vez muy sofisticado para una civilización agrícola que acababa de salir del neolítico, los mayas obtuvieran resultados de una precisión asombrosa.