Cuando entré en el recinto del ganado trataba de hacer fotos de un simpático borriquito que habíamos rescatado la semana pasada, pero de repente esta oveja, aparentemente inofensiva, soltó un par de balidos malhumorados, se plantó frente a mí desafiante y avanzo con decisión hasta darme un buen topetazo. En ese espacio de tiempo sólo le pude hacer dos fotos; la segunda claramente movida porque trataba de poner mi cámara a salvo.
Finalmente tuve que ceder y marcharme del recinto.
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