Hay tantas promesas en el agua, tantas rutas por abrir. La vida es una pura navegación interior que emprendemos sin salir de nuestro cuerpo, porque el cuerpo es pura agua. A veces nuestras aguas interiores están calmadas y la travesía es cálida y agradable. En ocasiones las aguas se ponen bravas y amenazan con hacernos zozobrar; pero la nave es fuerte y solemos superar la tormenta con sólo algunos daños más o menos permanentes.
Conozco gente a la que le marea embarcarse, que no soporta el cabeceo, las rachas de viento helado y el agua azotándote el rostro y dejándole en los labios ese sabor a sal que te hace apretar los puños. Son gente que sufren la vida, turistas ocasionales.