El cuadro captura una vibrante amapola roja que contrasta con el fondo oscuro y casi seco. La flor se encuentra en primer plano, y su intensidad cromática atrae de inmediato la mirada del espectador. Frente a ella, se alzan las cápsulas verdes de las amapolas, que con sus detalles espinosos aportan una sutil tensión a la composición.
La imagen transmite una sensación de intensidad y melancolía. El contraste entre la flor viva y las cápsulas secas puede simbolizar el ciclo de la vida, desde el florecimiento, pasando por la madurez, hasta el declive. El espectador puede experimentar una leve nostalgia o reflexionar sobre el paso del tiempo. El color rojo de la amapola aporta energía y pasión a la obra, equilibrándose con la delicada textura de la naturaleza circundante.