Desde las rocas veo llegar las olas, acelerando, mostrando su pecho con valentía para estrellarlo contra la piedra, en un una recurrente lucha de millones de años, una lucha que en ocasiones llega a ser soberbia y espectacular.
Finalmente el agua siempre gana, pero no queda allí ningún testigo que lo pueda asegurar, cien mil o un millón de años después.
En la naturaleza, los tiempos humanos son ridículos.