Me encantan las mujeres maduras que cuidan su tipo, su ropa, sus complementos, que se maquillan en su justa medida y visitan la peluquería con regularidad.
En la mujer madura nada importan las arrugas ni los andares cansados; muy por el contrario, ambas forman parte de su dignidad.
Me espantan sin embargo esas mujeres que, llegadas a cierta edad, deciden que ya nadie las mira y prescinden de un mínimo de cuidado en su aspecto... Están equivocadas... ¡que pena!